miércoles, 6 de julio de 2011

PRÓLOGO

Se supone que la evolución física del ser humano, es decir, su respuesta fisiológica a las presiones ambientales, cesó hace apenas 60,000 años con las últimas fases de su desarrollo cerebral, dando lugar al denominado hombre moderno –  Homo Sapiens Sapiens – el “hombre que sabe que sabe”. Una nueva mente acompaña a este ‘nuevo’ cerebro, una mente que da lugar a una nueva dimensión, la dimensión de lo irreal, de lo potencial y de lo imposible, de la imaginación, de las ideas; una dimensión más allá de las tres dimensiones del espacio y de la cuarta del tiempo – una Quinta Dimensión. Pero la evolución continuó, también a su vez metamorfoseada, transformada, evolucionada, ya que con el cese de la transformación física del cuerpo comenzó la evolución de la mente, la evolución del funcionamiento de la mente-cerebro aplicada a la supervivencia y a la plenitud de la especie, es decir, a la evolución de las ideas. ¿Y cuáles son las ideas más evolutivas, más ‘revolucionarias’, más destacadas, más avanzadas, categóricamente superiores de acuerdo a este gran efecto? La respuesta es aquellas ideas que promueven el control de la mente-cerebro: las ideas de la creación y del control de la imaginación, las ideas que dan lugar a la formación y al manejo de las ideas mismas.

                La evolución creó algo más que la imaginación y su consiguiente nueva dimensión de existencia para el hombre. La evolución dividió al ser humano en Cinco Esferas de elementos diferentes pero interrelacionadas: la Esfera de la Tierra que es su cuerpo; la Esfera del Agua que es su medio ambiente, natural y artificial; la Esfera del Fuego que es su mente racional y consciente; la Esfera del Aire o del Viento, su mente inconsciente de donde emanan sus sueños, sus patrones conductuales, y sus esquemas emociones; y finalmente la Esfera del Vacío de donde surge su dominio sobre sí mismo y su capacidad de integrar y armonizar las Cuatro Esferas anteriores. Todas estas Esferas, y por lo tanto sus Elementos correspondientes, existen activas en el ser humano y en esto el ser humano es único de entre los seres vivos que pueblan el universo conocido.

                Las nuevas fuerzas evolutivas que surgen del desarrollo de las ideas suponen igualmente amenazas a nuestra supervivencia, amenazas no-naturales – sobrenaturales – causadas por algunas de las ideas mismas. Las ideas y sus manifestaciones – la cultura, la civilización, y la tecnología – constituyen el nuevo ambiente dentro del cual el ser humano debe desenvolverse y sumergirse; un ambiente que le penetra y constituye la esencia de su mundo interno, y un ambiente que le rodea, formando la mayor parte de su mundo exterior. Pero la mayor amenaza que resulta no es causada directamente por esta nueva forma de evolución que nos acecha a los hombres, sino por el estado de separación y de alienación que existe entre las Cinco Esferas de los elementos que componen su existencia. Tan inminente es el peligro de extinción que presenta para el ser humano este estado de enajenación entre sus Cinco Esferas, que amenaza con borrarle de la faz del universo antes de que como especie haya podido diagnosticar su propia fragilidad.

                Pero la naturaleza es sabia y ninguna especie contiene el germen de su destrucción sin la innovación que posibilite su salvación. El ser humano que existe gracias a la idea y que amenaza perecer gracias a la misma ha evolucionado una nueva variante que, maestro y dominador de las Cinco Esferas, sabrá traer armonía entre ellas y rescatar al ser humano de sí mismo. ¿Y cómo se conoce al nuevo ser humano resultado de esta nueva evolución? Se trata del Homo Sapiens Sennin, ‘el hombre que sabe perseverar en el dominio de sus ideas’. No importa como se generó el Sennin, el cómo vino a darse lugar, ni siquiera dónde está ubicado. Lo único que importa es reconocer que está ahí, crecientemente en todos nosotros, en nuestras mentes, en las innumerables interconexiones de células nerviosas responsables por nuestros pensamientos, por nuestras emociones, por nuestras conductas. Ahí está emplazado, apostado, transformándonos, evolucionándonos, revolucionándonos de acuerdo a su poder que es el poder de la voluntad de sus pensamientos, de la propagación de sus ideas.

Todos los días, a diferentes horas y desde la Esfera del Vacío que es su gran y exclusivo dominio, va reconstruyendo nuestra realidad de acuerdo a esas corrientes nerviosas que son sus ideas, sus imaginaciones, transmitiendo, en diversas frecuencias cerebro-mentales y a modo de una inmensa sugestión subliminal o programación inconsciente en masa, para llegar a los miles de millones de mentes-cerebros que somos la especie humana. Nadie le es inmune; a nadie se le escapa. Él es nuestra única esperanza.

CAPÍTULO 1 En el principio érase la idea.

A modo de un experto topógrafo forense que analiza el terreno para testificar sobre un accidente automovilístico, el primer acto oficial del ascendido Sennin fue un análisis detallado y meticuloso del estado accidentado de la humanidad. Revisó los anales de su mente para lograr las causas posibles, partiendo asimismo de su conocimiento extenso de los síntomas de aquella patología colectiva e individual con la que era tan familiar. Así, en sus viajes geográficos y cerebrales, perforó el tiempo profundizando generaciones en el pasado hasta la prehistoria y el inicio de la especie, y prospectó de entre todas las culturas existentes y habidas, llegando así a hondas y penetrantes conclusiones sobre la naturaleza humana. Quiso ser metódico en su práctica, científico en su enfoque, y disciplinado en su labor. Sentía a veces que abordaba un gran viaje simultáneo, a la vez interno y externo, desdoblándose en un retículo donde el todo y el nada son uno, donde lo exterior y lo interior se vuelven una misma causa y efecto.

Logró finalmente su propósito aprovechando el gran repositorio de vidas, de generaciones, de identidades, de recuerdos, de descubrimientos, de mentes, de ideas que son la Quinta Dimensión. Ese viaje, una vez emprendido, le llevó a través de continentes espaciales y océanos temporales para llegar a graves y alucinantes conclusiones sobre la realidad humana; sus recorridos le transportaron a través de un estudio de las grandes tradiciones espirituales del mundo occidental y oriental, modernas y arcaicas; a través de la mitología universal y del chamanismo prehistórico; a través de las indagaciones y especulaciones de las principales tradiciones filosóficas de todos los tiempos y de todas las culturas; y a través de las modernas neurociencias cognitivas y afectivas que estudian el tejido del cerebro en busca del funcionamiento de la mente.

Fue así solamente como logró descubrir la esencia Elemental del ser humano, el secreto de las Cinco Esferas de Elementos que nos definen y confinen, y que en su armonía nos liberan y nos alzan; fue solamente así como llegó a comprender las realidades interiores de los hombres, los misteriosos secretos de la mente, los enigmas que se promueven en nuestros espacios internos y que nos esclavizan y nos mueven en la creación de nuestra realidad exterior: psicología y sociedad a la vez, espíritu y cultura simultáneamente. Pero la diferencia entre descubrir secretos y saber usarlos es como encontrar un piano y saberlo tocar.  

En breve la historia de su ascenso: Disciplinado y educado desde su infancia, la Gran Conquista Interior se reflejó en su estado de serenidad interna –  heijo shin (la “mente constante y serena”) y de fudou shin (la “mente imperturbable”) – que le abriría el paso a su Gran Transformación, guiando su camino hasta el mismísimo Gran Portal de la Iluminación. Con shugyo (entrenamiento de “austeridad espiritual”), es decir, con más esfuerzo, dolor y sufrimiento, lograría penetrar el umbral del Gran Portal, experimentando la Gran Transformación de sen shin (la “mente de Buda”) y alcanzando el secreto de su Gran Entendimiento junto con el ocaso de su existencia anterior. Fue así como, armonizando individualmente sus Esferas de Tierra, Fuego, Aire y aspectos personales de la Esfera del Agua, se graduó a otro nivel de existencia, la de Guerrero Iluminado.

Pero como la oruga que solamente sabe de la mariposa, fue únicamente como en su Transformación que descubriría que mientras que la Iluminación concierta el ‘ser’ del individuo con el ‘no ser’ del universo, no se ocupa ni de armonizar la especie humana consigo misma ni con el medio ambiente que crea y que le rodea. Entendería entonces que para lograr esa Gran Visión haría falta combinar el Gran Entendimiento que rige la operación y disciplina de la Esfera del Vacío con ese Gran Conocimiento acumulado durante vidas de estudio sobre las leyes que rigen la operación e interrelación de las demás Esferas. Fue así y de esa manera que logró descubrir que había un nivel más allá de la de senshin, más allá del codiciado ‘espíritu de Buda’: el nivel del Armonizador Total, el de Gran Avatar – ‘transformador’ y ‘manifestación’ de la transformación misma – de las Esferas. Es el nivel del Sennin, del sabio-maestro del nin – el “espíritu bajo disciplina”, del Maestro-Estratega de la Mente, del Sabio Guerrero-Iluminado, del Maestro de la Quinta Dimensión, el nivel de Homo Sapiens Sennin. Y la inicialmente oruga pasaría a través de una transformación más: de mariposa a Dragón, ¡de Guerrero Iluminado a Sennin!

                El ascendido a Sennin comenzaba entonces su titánico esfuerzo de formular e implementar la Gran Estrategia. Pero descubrió muy temprano que la Gran Estrategia, como toda gran innovación, requeriría una nueva tecnología, un nuevo método para guiar su implementación, una filosofía… y una ingeniería completa que guiara simultáneamente sus propias transformaciones individuales como las transformaciones de su mundo exterior ya que en él el ‘ser’ y el ‘no ser’ eran ya uno. Tenía que asegurarse de que la estructura de su programa de operaciones estuviera basada en fundamentos sólidos, estables, incuestionables. A pesar de su nivel de realización era consciente de la falibilidad del sustrato fisiológico de su esencia humana por una parte, y por otra de la enorme complejidad de su misión. Una vez en este espacio de indagación total, las preguntas más existenciales deambulaban por sus redes neuronales. ¿Por qué él? ¿Destino o decisión? ¿Causa o efecto? ¿Libertad o Condición?  Como Sennin era Maestro y Sabio del Tao y del Zen y por lo tanto experto en la esencia paradójica del cosmos y en la comunicación dialéctica entre la ‘mente’ y la ‘no mente’, entre el ‘yo’ de la mente consciente y el ‘Yo’ de la inconsciente.  La palabra “avatar”, se exteriorizó reflexivamente en sus labios en respuesta a la paradoja. Intuitivamente le gustó el sonido de la palabra, siendo la letra ‘a’ de su gran agrado y  porque ‘avatar’ expresaba, captaba su esencia en calidad de ‘vicisitud’, de ‘novedad’, de ‘alternativa’, de ‘transformador’ y de ‘manifestación del transformador’ todo a la vez. Reconoció asimismo su condición de causa y efecto más allá de la causa y del efecto, ya que él era ambas cosas a la vez: el Tao y la manifestación del mismo.

Fue entonces cuando decidió redactar comenzar una bitácora personal de sus observaciones, de sus experimentos, de sus conclusiones en términos de ‘axiomas’ o de ‘principios’. Como filósofo sabía que precisaba de una base, de un axioma sobre la cual todas las demás se basarían; necesitaba un punto de partida a modo de base de operaciones desde la cual lanzar su Gran Estrategia. Su primera anotación, la que le serviría de piedra de toque para las muchas construcciones teóricas y estratégicas posteriores, leería así:

Anotación 1: El Principio de la Idea: Para el ser humano la única realidad que cuenta son las ideas. En el universo humano la idea es energía pura.
Argumento: Todo lo demás de su existencia – la tecnología, la cultura, la civilización, la conducta, la economía - convierte a esa energía prima – la idea – en materia sustancial. He ahí la magia del ser humano. Por lo tanto, regir sobre las ideas es controlar la voluntad de los hombres y la realidad interior y exterior de los mismos; supone manipular la misma realidad dentro de la cuál se desenvuelven sus sueños y la trayectoria a través de la cuál desempeñan sus vidas. El ser humano crea su realidad, interior y exterior, a base de la formulación, consideración, y ocupación de ideas y de la materialización de las mismas. Las ideas le proporcionan un puente entre lo exterior, el mundo objetivo, y lo interior – la Quinta Dimensión y las emociones. Quien sea capaz de ingeniar, crear nuevas ideas, ingenia y crea nuevas realidades para el ser humano, y por ende para el planeta mismo.
Comentario: Cuando el ser humano se pregunta algo sobre el cual no tiene conocimiento dice: “¡No tengo ni idea!”; y si quiere saber si su interlocutor está familiarizado con algún tema le pregunta: “Tienes alguna idea de…”.  Y cuando le surge algún pensamiento innovador, un plan, una estratagema, exclama: “¡Tengo una idea!”
Conclusión: ¿Y en el fondo de qué están ‘construidas’, formuladas, esas ideas? ¿Sobre qué plataforma neuro-cognitiva? Sobre la imaginación; de hecho el origen etimología de ‘idea’ es ‘imagen’; decir que se tiene una idea es decir que se tiene una imagen mental, estática o dinamita, al respecto.
Corolario al axioma: La mente-cerebro humana es el órgano de la imaginación, es el órgano creador-analizador de ideas.

Lo repasó en breve. No estaba completamente satisfecho con el formato o el estilo de la anotación pero sí con el contenido. Era la base axiomática que precisaba; era la verdad sobre la cuál construiría un nuevo mundo. Era hora de pensar; era, se dio cuenta, la Era del Sennin.

CAPÍTULO 2: Conscius ergo sum – Soy consciente luego soy.

Después del Principio de la Idea el pensamiento del Sennin continuó a cogitar en pos de nuevos axiomas que o bien eran consecuencias lógicas de la primera o constituían otros pilares independientes pero igualmente firmes de su filosofía, pilares sobre los cuales luego podría basar la construcción de su nuevo edificio de la realidad humana. Él cogitaba sobre la naturaleza y las implicaciones de su nuevo axioma. ‘Cogitar’, pensó con algo de picardía. Le gustaba esa palabra puesto que sabía perfectamente que a nivel coloquial suscitaría burla ya que se confundiría por un tiempo con ‘coger’ en vez de ser reconocido como entidad lingüística propia y verbo sinónimo de reflexionar, de pensar, de cavilar. ‘Cogito ergo sum’, repitió en su mente con algo de desdén, cogitando el “pienso luego existo” que estableció y propagó Descartes. ‘Ese Descartes es un peso ligero’, pensó para sí, y continuando se dijo, ‘¡Es increíble cómo las mentiras y las supersticiones dan la vuelta al mundo mientras que la verdad y la razón aún encuentran sus calcetines!’ Pero él ensenaría a sus alumnos y discípulos la evidente falsedad de esa afirmación cartesiana, o mejor dicho, lo incompleto de la misma: uno podría afirmar su ‘ser’, su existencia, sin tener que necesariamente ‘pensar’ ya que el ‘sentir’ y el ‘percibir’ son también ambas experiencias fenomenológicas que confirmaban, desde el punto de visto subjetivo, la existencia propia, y lo hacían al mismo nivel que el pensamiento: en la mente consciente. Lo acertado, él enfatizaba, es: ‘conscius ergo sum’ – ‘soy consciente luego soy’, ya que la consciencia, el hecho de estar consciente – ya fuera en su modalidad de percibir sensaciones, de experimentar ‘imaginocepciones’ (sueños, alucinaciones, fantasías, memorias episódicas, visiones etc.) o emociones – es lo que nos reafirmaba nuestro ‘ser’, nuestra existencia subjetiva – y no solamente nuestros pensamientos. Ser consciente implicaba una conciencia de ser y del ser. El ser humano, fundamentado en las categorías fenomenológicas que ofrecía su neurofisiología tenía tres modalidades en su consciencia: sensaciones o percepciones; ideas o ‘imaginocepciones’ en todas sus dimensiones sensoriales; y emociones o sentimientos. ‘No tenemos la ecolocación del murciélago o del delfín ni podemos percibir actividad electromagnética o campos eléctricos como el tiburón – nuestras categorías experimentales están determinadas por nuestra neurofisiología’, se comentaba a sí mismo, justificando sus propias conclusiones de las tres categorías de las experiencias humanas.

Para calificar como un ‘ser con consciencia’ tenía que haber algo especial que solamente un ser vivo, orgánico, podría tener: un autoconocimiento de su mismo conocimiento, es decir, un punto de vista desde el cual surge un horizonte de la perspectiva de sus propias experiencias. ‘Un robot no tiene consciencia’, afirmó, ‘ya que aunque pueda programarse para leer un menú en voz alta nunca podría degustar los sabores: un robot no puede saber cómo sabe lo que sabe. ¿Cómo representar todo esto?’, se preguntaba finalmente y se respondía sin pensar ya que su mente, fruto de mutaciones neuronales, operaba de acuerdo a las dimensiones insólitas de su condición.

Puesto que la realidad del ser humano se fundamentaba en las ideas, era importante, decidía, establecer principios cardinales sobre las mismas. Cogitaba sobre la cogitación propia, es decir, ideaba sobre las ideas, pensaba sobre los pensamientos, actividad la cual su mente reconocía como la manipulación neuronal de las representaciones mentales: era el ojo que se ve. ‘La ideación’, concluía, ‘es la administración mental de las ideas, de esos elementos, átomos o moléculas de la imaginación, actividad que se lleva a cabo, fenomenológicamente [por experiencia] dentro de la dimensión mental de la imaginocepción misma – de la Quinta Dimensión’. La recurrencia de lo imaginario dentro de lo imaginario le obligó a pausar de pronto. Muchas implicaciones reconoció. Su mente, entrenada a transitar múltiples caminos paralelos en sincronía, se deleitaba de pensar – pero también valoraba lo concreto de la idea pasmada, definida en forma simbólica, escrita, a modo de extensión patente, evidente, objetiva de la dimensión efímera de lo imaginario, de lo imaginoceptivo. Fue así que vino a escribir su segundo principio:

Anotación 2: “Conscius ergo sum” – “Soy consciente, luego soy”: Todos los seres con un sistema nervioso tienen mecanismos intrínsecos para monitorear estados del contexto externos a su ser y del ambiente interno al mismo. Pero mientras que el organismo en sí no tenga conciencia de esa información no importa cuánto conocimiento tenga su sistema a disposición del mismo o del entorno, no transciende de ser un género de autómata, de robot, de ‘inconsciente’.
La ‘realidad’ de cualquier ser es el resultado de patrones de activaciones de su sistema nervioso. Esa realidad no es necesariamente dependiente de una consciencia que se tenga de la misma – de hecho puede ser completamente independiente de un estado de experimentación subjetiva. Los insectos, por ejemplo, carecen de la necesaria complejidad evolutiva de su estructura nerviosa para ‘sostener’ una mente consciente y sin embargo, como robots orgánicos o zombis de quitina, operan perfectamente en el mundo. Esto no implica que la consciencia no sea importante, lo es, y sumamente además ya que es precisamente esa consciencia la que nos permite entre otras cosas un conocimiento de nuestra existencia, de nuestro estado vital, de nuestra identidad. Esto se capta en la Triada Fenomenológica:
Microsoft Word - TERNA-MENTAL copyLa Triada Fenomenológica expresa la composición mental de la realidad subjetiva del ‘yo’ desde la cual experimentamos nuestra Identidad y el mundo entero tanto en su percepción (representación de subjetiva de información sensorial), en su imaginocepción (creación del cerebro), y en sus emociones (impacto fisiológicos de los anteriores en la forma de sentimientos – siempre inefables, solamente se pueden sentir para reconocer.)  De hecho la Identidad la definimos como una construcción mental multidimensional de nosotros mismos. Las tres facetas o dimensiones potenciales de cualquier experiencia consciente junto con el punto de vista desde la cual la experimentamos, están representadas en el diagrama de la Triada Fenomenológica. La mente-cerebro crea un punto de partida a la experiencia desde la cual experimentamos dimensiones exteriores e interiores de nuestra realidad.
La consciencia es una recreación secundaria de la información inconsciente que se  recolecta. Es decir, primero está la información inconsciente que es una representación de una realidad interior y exterior, y luego esta información se representa en términos de las tres categorías para expresarse conscientemente. Por lo tanto, hay que tener en cuenta que la realidad que el sistema nervioso pueda presentar es siempre una recreación – la objetividad total no existe. Pero tenemos que discernir entre la ‘conciencia’ o el ‘conocimiento consciente’ y la ‘información inconsciente’ en cuanto a cuál es el nivel de representación de la realidad que se manifiesta en un ser. ¿Conocimiento consciente o información inconsciente? En realidad esto crea tres dimensiones posibles de referencia con respecto a la realidad interior a y exterior del ser: 1) conocimiento consciente, 2) información (¿conocimiento?) inconsciente, y 3) desconocimiento total tanto de la mente consciente como de la inconsciente. La dicotomía entre el consciente y el inconsciente crea problemas para el ser humano ya que puede discernir, ‘saber’, a nivel sistémico u organísmico, pero no ‘saber’ a nivel del sujeto. Tenemos que hacer una limpieza en nuestro lenguaje mismo cerciorando términos y estableciendo categorías de conocimiento que se refieran a ‘información inconsciente’, a ‘información consciente’ y a ‘no-información’ o desconocimiento. También hay que diferenciar entre lo cognoscible – lo que se puede saber –  y lo des-cognoscible – lo que no puede saberse, como la existencia tras la no-existencia.
Argumentos y Ejemplos: El individuo típicamente no tiene consciencia de su presión sanguínea, es decir, los valores de su presión diastólica y sistólica están fuera del ámbito de su conocimiento consciente, pero sí es información que en algún nivel del sistema nervioso se conocen; esto es un ejemplo de conocimiento o información inconsciente. Otro ejemplo es el nivel de glucosa en la sangre para el cual no tenemos acceso directo consciente, pero sí inconsciente en el sistema ya que nuestros niveles de insulina se regulan, en un cuerpo funcional, en base a esta información. Para mantener la homeostasis fisiológica, es decir, ciertos parámetros relativamente fijos dentro de los cuales innumerables agentes químicos que operan en nuestro cuerpo deben permanecer para que el sistema se mantenga funcional y la vida se mantenga, es indispensable que exista un sistema de información precisa y un sistema de ejecución de decisión basada en la misma – y la inmensa mayoría de esa información es inconsciente o ‘no consciente’ para el ser mismo – está fuera del alcance de la mente consciente. No obstante, por ejemplo, mediante el uso de aparatos originarios en la imaginación humana, podemos informarnos conscientemente de esos valores o de los niveles de estos mismos agentes presentes en el cuerpo: me mido la tensión arterial y un aparato me dice que tengo una medida de 120 sobre 80 o 120/80, medido en mililitros de mercurio o mmHg – tensión perfecta.  Y si tuviera la tensión excesivamente baja, por ejemplo, tal vez me sienta mareado o aturdido, síntomas que se podrían atribuir a un número de causas, pero me tomo la tensión de nuevo y de pronto soy consciente de una información que mi cuerpo ya ‘sabia’. Lo mismo con el nivel de glucosa en la sangre o el pH del estómago, o la presencia de células patógenas al organismo, etc.
Conclusiones: ¿Es subjetivo el conocimiento inconsciente del cuerpo? ¿O se limita la subjetividad al conocimiento consciente? ¿Se puede establecer la equivalencia entre el sujeto y el inconsciente o solamente entre el sujeto y el consciente? Declaro que no. Conclusión 1: El conocimiento inconsciente no es subjetivo, es sistémico. Para que sea subjetivo tiene que haber consciencia de ello. Es esa consciencia del conocimiento y sobre todo esa conciencia de la conciencia la que nos garantiza que seamos fenomenológicamente existentes, es lo que corrobora nuestro ‘ser’. Esto lo llamo el Principio de la Subjetividad: Para que algo sea subjetivo el sujeto tiene que ser consciente de ello. Conclusión 2: Concluyo que ‘soy consciente luego soy, existo’ – conscius ergo sum – y que la subjetividad misma surge no del conocimiento inconsciente sino del consciente.

Se sentía algo aturdido. Toda esa expresión pero sin sentir que había dejado algo en claro todavía. ¿Era cierto eso de que si no es consciente el conocimiento que no era verdadero conocimiento? ¿Cuándo es conocimiento el conocimiento? Sentía que estaba a punto de ahogarse en las aguas turbias de la filosofía de la mente donde muchos entraban pero ninguno había salido con conclusiones ciertas, fijas, claras como las que él buscaba, precisaba más bien. ¿Y el conocimiento inconsciente? ¿Y la sabiduría del ‘YO’, de la mente no mente, es sabiduría subjetiva o sistémica? ¿O era lo subjetivo otra palabra para lo consciente? Se dio cuenta de que había tropezado con otra categoría de perspectiva, rompiendo la dicotomía de objetivo-subjetivo: lo sistémico. ‘El conocimiento y la sabiduría del ‘YO’, del no ser, no es objetivo, ni subjetivo sino sistémico, pensó algo más satisfecho con los resultados de sus cogitaciones. Pero sintió el impulso de anotar de nuevo, de aclararse, de justificarse, de grabar los detalles de sus introspecciones.
Definiciones: ¿Conocimiento sistémico? ¿Qué es eso? ¿Cómo se define? ¿Para qué sirve? El conocimiento sistémico es el conocimiento almacenado, representado, o imbuido en un sistema; sabiduría sistémica es conocimiento sistémico que afecta las decisiones o conductas del sistema. Sirve para referirse al conocimiento y a la sabiduría del ‘YO’ en oposición a la subjetividad del ‘yo’. Estos conceptos sirven para aplicarse a cualquier sistema, biológico o artificial, que tiene carece de la consciencia necesaria para la subjetividad pero que a su vez tampoco puede, por su naturaleza no objetiva, clasificarse como objetiva. El inconsciente, por lo tanto, tiene conocimiento y sabiduría sistémica, pero no subjetiva y tampoco objetiva puesto que su contenido no puede ser sujeto a medida impersonal o imparcial (objetiva). El mundo objetivo, por lo tanto, primero se representa de forma sistémica en el inconsciente para luego ser representado de forma subjetiva en el consciente.

Había cierta satisfacción en esta conclusión – pero no mucha. Ciertamente no veía una economía de palabra, lucidez de expresión, o agilidad cognitiva en todo eso, pero al menos los resultados eran aceptables. Y por supuesto, no iba a perder más tiempo editando sus meros apuntes personales. Pero algo sucedió que le hizo pensar de nuevo y tomar una posición menos crítica respecto a su producción: una repentina introspección, varias de hecho. La primera introspección tenía que ver con sus calidad de Sennin, de la forma en la cual precisamente lo que le caracterizaba era la facilidad con la cual extraía información, conocimiento más bien, y ante todo sabiduría de ‘YO’, de su mente inconsciente, aprovechándose mucho más de lo que las personas comunes y corrientes daban por imaginable, de su conocimiento sistémico.  De hecho, esto le hizo pensar en la existencia de una inteligencia sistémica, es decir, de la capacidad del ‘YO’ de resolver problemas o de crear soluciones aún sin las primeras.  Esto explicaría, por ejemplo, la capacidad que había demostrado siempre de pensar en términos sistémicos, y de resolver problemas a ese nivel en vez de quedarse tan limitado a soluciones y perspectivas convencionales. Nada había de convencional es su forma de hacer o ser y gran parte de ello era precisamente en el fluyo de conocimiento y sabiduría entre sus niveles subjetivos y sistémicos, entre la mente consciente y la inconsciente, entre el ‘yo’ y el ‘YO’, flujo que le llevaba a hablar de inteligencia sistémica.

La segunda introspección tenía que ver con las consecuencias de la subjetividad de la mente consciente, una consecuencia o corolario de su principio de la subjetividad, que integra lo psicológico con lo social. Estableciendo las pautas de la condición existencial humana a nivel individual pasaba a sus implicaciones sobre la moralidad social. Estaba dispuesto a dejar que su mente inconsciente tomara el control….
Principio de la Responsabilidad: Para ser responsable hay que ser consciente. Corolario I: Sin consciencia no hay responsabilidad. Corolario II: Si soy, o debería ser consciente, soy responsable. Idea: La ley no puede atribuir responsabilidad cuando la sociedad no ha facilitado los medios para que sus ciudadanos obtengan la consciencia necesaria para ser conscientes de sus actos. ¿Es responsable uno por sus actos de inconsciencia o depende la responsabilidad de la consciencia? Si un medico receta una aspirina a un paciente que resulta causar la muerte por alergia a la misma, ¿es responsable? La respuesta en tal caso está clara: el grado de responsabilidad está en función al grado de conocimiento consciente que el médico debería haber tenido sobre las sensibilidades médicas del paciente. Es decir, si esa información estaba en su expediente o si no le preguntó al paciente por posibles alergias a la aspirina – de acuerdo a la expectativa de su entrenamiento medico – es responsable y culpable de ‘negligencia’, es decir, de no actuar de acuerdo a las expectativas correspondientes al conocimiento propio de su disciplina. ¿Y si no estuviera en el expediente? ¿Y si preguntó al paciente y el paciente estando ‘compos mentis’ – de mente sana, funcional – lo negara? Entonces el médico estaría absuelto de culpa porque no se le podría atribuir conocimiento, es decir, consciencia. No se nos puede hacer moralmente responsables por el resultado de eventos basados en conocimiento al cual no se supone que tendríamos acceso. Para ser responsable hace falta ser consciente o, mediante un razonamiento pertinente, atribuir motivos para exigir o establecer una expectativa de consciencia: nadie haría a alguien responsable por conocimiento inconsciente, sistémico. Con la consciencia entra en juego la intención, el propósito, la atribución de maldad. “Eres un inconsciente”, significa que obras sin conocimiento, sin propiedad, sin premeditación, aún cuando deberías tenerla. Es diferente que un tren atropelle a alguien cuando no tenía medios ni expectativas de saber que la persona se hallaba en las vías, a que lo atropellara con conocimiento, consciencia, de una presencia humana en las mismas: de accidente desafortunado pero sin culpa a homicidio en primer grado.

                La consciencia, la ocupación de la mente consciente, es importante. “Ser consciente” es ser informado, la primera etapa en el proceso de la conducta voluntaria, en el ejercicio de nuestro libre albedrio. La consciencia nos otorga la posibilidad de decisión, de elección, de razonar, de análisis, de libertad contra las fuerzas externas a estas oportunidades, incluyendo la mente inconsciente – portadora del conocimiento e información inconsciente. Alguna de esta información o conocimiento pasa de la mente inconsciente al a la mente consciente, otra permanece inaccesible. Lo cognoscente y lo cognoscible – de lo que se es consciente y de lo que se puede ser consciente – lo conocido y lo que se puede conocer.

                Ser consciente es relevante y toda consciencia surge de operaciones del sistema nervioso central y solamente en sistemas lo suficientemente sofisticados para suportar tal característica. Por ejemplo, podemos convenir en que todos los seres que sueñan, pero no necesariamente solamente los que sueñan, tienen una mente consciente, es decir, una consciencia. El debate en cuanto a cuales animales o seres son conscientes y cuáles es irrelevante, independiente y autónomo al presente y por lo no lo abordaremos. Lo importante en el presente es la consciencia y la mente consciente de los seres humanos. Esto me recuerda una anécdota del Arte de la Guerra que leí en cierta ocasión en la Bitácora de Shodai:

El libro de “El arte de la guerra” le consiguió a Sun Tzu una audiencia con el rey de Wu que le dijo, “he leído tu obra, ¿puedo poner tu teoría sobre el arte de la guerra a una pequeña prueba?,” a lo que Sun Tzu respondió, “sí puede.” El rey de Wu preguntó, “¿Y esta prueba podría aplicarse a mujeres?” “Sí se podría,” respondió Sun Tzu, y como resultado 180 de las hermosas concubinas del rey fueron enviadas para servir de prueba a las teorías de Sun Tzu.

Sun Tzu dividió a las concubinas en dos compañías, con una de las concubinas favoritas del rey al frente de cada. Después de que fueron equipadas con lanzas, Sun Tzu las preguntó, “¿Supongo que sabéis la diferencia entre izquierda y derecha, y adelante y atrás?” Las concubinas respondieron, “¡Sí, claro que sí!” Entonces Sun Tzu continuó, “Cuando al son de los tambores se ordene ‘mirada al frente,’ mirad al frente. Cuando se ordene ‘izquierda,’ girad a la izquierda. Cuando se ordene, ‘derecha’, girad a la derecha. Cuando se ordene, ‘media vuelta,’ girad hacia atrás. Después de que sus órdenes estuvieran explicadas, apropiados ejemplos ofrecidos, y una vez que las concubinas concordaron que entendían, comenzaron las maniobras. Sun Tzu ordenó, ‘derecha,’ a lo que las concubinas respondieron con carcajadas.

Con tremenda paciencia Sun Tzu dijo, “Si las instrucciones y las órdenes de mando no fueron claras y comprensibles entonces el general es el culpable.” Entonces repitió las explicaciones varias veces más. Esta vez ordenó que los tambores señalaran hacia la izquierda, y de nuevo las concubinas irrumpieron en carcajadas.

Entonces Sun Tzu declaró, “Si las instrucciones y las palabras de mando no son claras y comprensibles, y si las órdenes no se comprenden completamente, entonces el general es el culpable. Pero si las órdenes son comprensibles y los soldados siguen desobedeciendo entonces los oficiales son culpables.” Con eso mandó inmediatamente decapitar a las dos mujeres que estaban al frente de las compañías.

El rey, que estaba viendo desde lo alto de un pabellón, cuando observó que sus dos concubinas favoritas iban a ser ejecutadas, se alarmó y mandó rápidamente el siguiente mensaje a Sun Tzu: “Estamos muy satisfechos de la habilidad del general en el manejo de las tropas. Sin estas concubinas ni la comida ni la bebida me sabría a nada. Es el deseo del rey que no sean decapitadas.”

Sun Tzu respondió, “Habiendo recibido la comisión del soberano de hacerme cargo de estas tropas, hay órdenes que no puedo aceptar.” Inmediatamente después de que las dos concubinas fueron decapitadas como ejemplo, asignó a las próximas dos a que fuesen promovidas como líderes al frente de sus respectivos batallones.

Esta vez los tambores fueron sonados de nuevo y la nueva maniobra comenzó de nuevo. Las mujeres desfilaron con perfecta precisión y sin hacer un solo ruido.

Sun Tzu entonces mandó un mensaje al rey de Wu que decía, “Su majestad, los soldados ya están bien adiestrados y perfectamente disciplinados. Como soberano, puedes exigir de ellos que atraviesen fuego o agua por usted y no le desobedecerán.” El rey respondió, “Nuestro comandante debería cesar las maniobras y regresar a su campamento. No queremos bajar e inspeccionar las tropas.” Con tremenda calma, Sun Tzu dijo, “Al rey solamente le gustan las palabras pero no las sabe convertir en acciones.”

El comentario que normalmente acompaña a esta historia indica que el rey finalmente accedió, reconociendo la destreza de Sun Tzu y apuntándole general, y que Sun Tzu ganó muchas batallas para él. 

  Un punto fundamental aquí es precisamente la cuestión de la consciencia. Le tocaba al general concientizar a sus soldados (las concubinas) de las expectativas y de las consecuencias por no cumplir con ellas. Si no eran conscientes no eran responsables; una vez conscientes tuvieron que rendir cuentas por sus actos.

La inclusión de un pasaje ilustrativo de El arte de la guerra le satisfizo por fin.  Pero la reciente formulación filosófica de axiomas, principios, argumentos, conclusiones, corolarios, etc., le hizo darse cuenta de la magnitud de la labor que le tocaba por delante.

CAPÍTULO 3: Lo sagrado, los deseos del ser humano, y el falso camino de la adoración a Dios.

Andaba el Sennin algo distraído de su propósito inicial de formular una serie de axiomas filosóficas sobre la naturaleza humana, firmes y fundamentales cuando se le cruzó por la mente lo que consideró una idea, igual de axiomática, pero compuesta de varias otras relacionadas y algo entrecruzadas: la idea lo sagrado, la historia de la evolución del concepto de Dios en el mundo occidental, y los diferentes grados de deseos y apegos en el ser humano. 

Reparó en esa triada de ideas interdependientes: (1) lo sagrado, (2) la historia de la idea de Dios, y (3) los niveles de deseos del ser humano. Al principio abordó estos temas de forma individual, es decir, cada uno por separado, pero luego se dio cuenta de la relación intrínseca entre los tres, relación que de por sí podría llegar a una perspectiva – verdad inclusive – que aunque algo abstracta sería también axiomática.  Discurrió, y discurrió; entró en trance hipnótico con viaje chamánico – trance ‘hipnochamánico’ – e  hizo cogitaciones oníricos en forma sueños lucidos para imaginar, para emplear en dimensiones coloridas y espacios vivaces su inteligencia sistémica, aplicándola a la esencia de su argumento.

Llegó por fin a una firme conclusión que unificaba los tres temas: Lo que verdaderamente deseaban experimentar los seres humanos es un contacto directo y permanente con lo sagrado, pero en el mundo occidental la idea de Dios obviaba y socavaba ese proyecto, dejando al occidental desamparado de esperanza para una auténtica liberación y un huérfano cósmico en un infinito vacío existencial. Reflexionó profundamente sobre este punto, reconociendo la tremenda dificultad que se le presentaba por delante a la hora de expresar de forma concreta, clara, y adecuadamente concisa la esencia de su tesis. Enunció entonces, una importante definición para su gran propósito:

ANOTACIÓN 5: Lo ‘Sagrado’: definición y características. A pesar de que etimológicamente la palabra “sagrado” origina en el latín “sacrum” que se refiere a aquello que concierne a los dioses, hoy en día, gracias a los estudios de las religiones orientales, tenemos una idea de lo sagrado más amplio, más universal y menos limitada a la necesidad de adorar o relacionarse con entes ficticios y sobrenaturales. Lo sagrado es, por definición y convenio, lo que se considera lo más importante que pueda existir para el ser humano como individuo y en sociedad. Paradójicamente, trágicamente, quizás consecuentemente, es también lo más difícil para que el ser humano reconozca, experimente, y sobre todo incorpore en su vida. ¿Qué es lo sagrado? Lo sagrado es inefable – es decir, indescriptible, solamente se puede experimentar para conocerlo pero podemos hacer referencia a ello. Lo sagrado es aquello que es el objeto y propósito del culto religioso – de hecho, el concepto de lo sagrado sería una buena base para una definición de la “religión” (véase abajo). Lo sagrado es aquello digno de respeto y de adoración y que no puede (y que no debe) ser profanado, dañado o puesto en duda; lo sagrado es aquello que ha de ser respetado y que no puede ser transgredido o damnificado.

ANOTACIÓN 6: Religión: definición, características y tipologías. Una religión es un conjunto de creencias, rituales, actividades, costumbres, y esquemas que organizan al ser humano en torno a un reconocimiento de y un culto a lo sagrado, y encaminan al individuo o al grupo a experimentar un contacto con su concepto de lo sagrado. Corolario: La utilidad o efectividad de una religión depende entonces de dos factores (1) de su concepto o interpretación de lo sagrado y (2) de la eficiencia de la metodología que emplea para conectar al adherente con el mismo. Por consiguiente las religiones se pueden considerar en términos de su eficacia: veraces o falsas. Una religión que dispusiera (1) de un concepto inadecuado o falso de lo sagrado sería una religión inútil, inefectiva y de hecho, una falsa religión; igualmente, (2) una religión que presentara una metodología ineficaz de establecer para su adherente una conexión regular y confiable con lo sagrado sería también una falsa religión. Más aún, las religiones también se pueden categorizar en cuanto a su capacidad de establecer o no una conexión permanente entre lo sagrado y sus adeptos. Religiones cuyo concepto de lo sagrado lo sitúa fuera, independiente, y contrapuesto a sus adeptos son religiones ‘exógenas’; las religiones exógenas son inferiores y someten al adherente a la manipulación intermediaria de los medios de comunicación, gobiernos, y organizaciones y jerarquías religiosas. Religiones que sitúan o ubican a lo sagrado dentro del adepto mismo y que ofrecen un medio directo para conectar permanentemente al adherente con su sagrado interior constituyen religiones ‘endógenas’; las religiones endógenas son superiores ya que liberan al individuo para siempre de sus apegos y miedos externos e internos y de aquellos individuos y organizaciones que se servirían de estos para controlarle o manipularle. Puesto que la religión es la actividad o esquema psicológico, social, cultural, político más importante para un pueblo estas definiciones y conceptos tienen tremendas implicaciones para todas las dimensiones del ser y del estar humano: un pueblo inmerso en una religión falsa seria un pueblo condenado a una ansiedad existencial desestabilizante.

De pronto el Sennin dejó de escribir, dándose cuenta de que había quizás llegado a un entendimiento más profundo jamás antes logrado ambos de la naturaleza de lo sagrado y de la religión. En su aguzada y perspicaz mente percolaban las consecuencias individuales y las implicaciones sociales de sus definiciones y conceptos sobre la esencia de lo sagrado y sobre el propósito de la religión. Se dio cuenta de que su definición conceptual de lo ‘sagrado’ resultaba a su vez ser axiomática para la definición subsecuente de ‘religión’, y decisiva para categorizar a las religiones en términos de su eficiencia y eficacia.  Se sentía satisfecho de que en efecto estaba llegando a nuevos  “primeros principios”, es decir, a esas “bases axiomáticas” fundamentales que precisaba establecer para el diseño y  la construcción de su nuevo gran paradigma filosófico y existencial que tanto ambicionaba para la humanidad. ¿Ambicionada? ¿Era esa la palabra correcta para su estado interior de impulso hacia ese noble y notable, sobresaliente, insólito objetivo? Seguramente no. ¿Qué significa la palabra ‘ambición’? ¿Cuál es su etimología? Veamos: (http://www.elcastellano.org/palabra.php?id=2016)

Entre los romanos, la palabra ambitio, derivada del verbo ambire ‘rodear’, ‘pretender’ (v. ambiente*), se usaba para denominar la actitud de los políticos que circulaban por la ciudad y rodeaban a sus partidarios para no perder su apoyo, buscando con todo empeño escalar nuevos peldaños en la carrera de los honores. Por esa razón, acabó adquiriendo la denotación de ‘lisonja’, ‘adulación’, pero también ‘ostentación’, ‘posición elevada’ y ‘ansia de poder y riquezas’.

La creación –  el diseño, la formación, y la divulgación – de su gran paradigma era su misión, y no simplemente su ambición.

Aunque no se sintiera del todo complacido con el orden rigoroso de sus pasos en la formación de sus postulados, sí estaba convencido de la validez de los mismos, por muy intermedios y tentativos que fueran sus conclusiones. Lo más importante es que había avanzado, había habido progreso y esto le agradó y satisfizo al menos por el momento presente. Pero ese presente pasó de largo de un momento al contiguo, y de pronto le llegó la necesidad de concretar al menos tentativamente la relación entre lo sagrado y el vacío existencial humano, aunque no supo de inmediato cual sería un subtitulo adecuado para relacionarlo con lo anterior. Acabó aceptando el subtítulo de ‘Lo sagrado: el non plus ultra de la existencia humana’:

ANOTACIÓN 7: Lo sagrado: el non plus ultra de la existencia humana: Alcanzar una auténtica comunión con lo sagrado es el máximo y verdadero objetivo de la vida – el non plus ultra, el “no hay nada por encima”; es la única y la más duradera felicidad; es la experiencia cumbre del ser humano; es el estado de trascendencia de la finitud del “nunca haber sido” completo como ser humano al infinito del “ser” y “del siempre siendo” completado. Solamente los seres humanos más bienaventurados, los más selectos – los más “santos” en la tradición occidental y los “iluminados” en la oriental – han gozado de un estado de armonía estable con lo que su “contexto cultural” consideran “lo sagrado”. Dijo el Buda, empleando una masa de agua como la línea divisoria entre lo sagrado y lo profano: "pocos son entre los hombres los que llegan a la otra orilla; la mayor parte corre de arriba a abajo en estas playas." Así es, la inmensa mayoría de los hombres pasan sus vidas corriendo “de arriba abajo”, naufragados en las playas de lo profano. No se puede, por lo tanto, sobrevalorar la importancia de lo sagrado en la historia de la humanidad puesto la idea misma de lo sagrado – la “Iluminación” en el mundo oriental y “Dios” en el occidental – ha sido un tema central en el desarrollo de la cultura y en el avance de la civilización de toda la humanidad.

Estaba de nuevo satisfecho con su introspección, pero tomó una larga pausa para proseguir. Supo de inmediato que las implicaciones de sus observaciones serían tremendas: vastas en extensión por su alcance a todo el dominio socio-cultural, es decir del ‘estar’ humano; profundas en repercusión por su impacto psicológico – afectivo-cognitivo – y espiritual, o sea, del ‘ser’. Había llegado a un punto culminante de su creación, a un punto ‘estrella’ en la que el destello de su ingenio le cortaba hasta su propio aliento. Ahí, en ese horizonte que él mismo había forjado para la humanidad se extendía una vista magnífica, un panorama de potencialidades inusitados que a él mismo le sorprendían. Qué raro era eso de crear y ser impresionado por la creación propia. Sin dudas las extensiones de su ‘YO’ transcendían el tiempo y el espacio, incorporando un sin fin de identidades y conocimientos, como un agujero negro en el espacio sideral absorbía implacablemente materia y energía hacia el centro de su singularidad. Ahí, en ese nexo algo nuevo, oculto del universo mismo comenzaba otro universo. Cerraba los ojos y respiraba profundamente, lentamente, sintiendo el hálito inflar su abdomen como un esférico fuelle y tras sostener esa tensión ligeramente incomoda se dejó vaciar por la inercia de su musculatura abdominal y torácica.  Él era el Sennin, avatar de una nueva realidad, y esta sería su era. Supo entonces como sería su muerte, como serian de satisfactorios sus últimos momentos. Supo entonces que su voluntad al poder y que su poder de voluntad no eran en realidad ni ‘suyas’ ni propias – esa conclusión no era sin el resultado ineludible de la transcendencia del ‘yo’ a la identidad cósmico del ‘YO’ que le impulsaba desde quien sabe cuándo. Supo entonces que él no era sino una manifestación de la fuerza vital de su especie hacia un nuevo punto en la escala evolutiva; supo entonces que su individualidad que tanto había apreciado y preciado en su juventud no era sino la manifestación implícita del impulso a la supervivencia de una expresión de la energía vital. No era nada y lo era todo. Tenía una misión que cumplir igual semejante a la del envoltorio de un gran regalo: una vez entregado no habría más propósito para la combinación material y energética y sus moléculas y energías podrían recombinarse con el cosmos.

Pero todavía quedaba cumplir con la misión; la ‘reintegración’ tendría que aplazarse hasta entonces. Con esfuerzo, con energía y dirección mudó de modalidades, reconfigurándose internamente y cambiando su estado existencial de su fase mística a una más filosófica, analítica. ¿Dónde estaba? Había perdido un poco el hilo de su pensamiento. Necesitaba retroceder mentalmente sobre sus pasos y visualizar el proyecto entero de esta contribución filosófica antes de continuar.  Bien, estaba en una encrucijada. Podría entrar en el tema de la transformación histórica de Dios y por lo tanto establecer el por qué Dios no calificaba como ‘sagrado’, o podría resaltar las etapas de crecimiento y maduración del ser humano en su progreso hacia lo sagrado y resaltar por qué el mundo occidental quedaba atascado, naufragado espiritual y existencialmente en su adoración de Dios, un falso ideal de lo sagrado. Tomó su decisión y prosiguió.  

ANOTACIÓN 8: Las etapas del deseo y la liberación de la unión con lo sagrado: Más allá de satisfacer las necesidades más básicas de nuestra fisiología (aire, agua, comida, calor, etc.), y de nuestra psicología (compañía, amor, entendimiento, seguridad, etc.) el ser humano atraviesa etapas en su formación que se distinguen por una búsqueda orientadora de su ser y de su estar en el universo. Estas etapas que corresponden a la naturaleza de sus deseos, de sus anhelos, de sus expectativa de la vida, son predecibles y propias de su inmadurez espiritual, cognitiva, emocional y física. Cada etapa se distingue por la búsqueda de un objetivo al que se le da prioridad por las demás y al que se confunde, por suma ignorancia, con lo ‘sagrado’. Solamente en la última etapa llega el ser humano a reconocer el verdadero objetivo de la vida – el de la disolución con lo auténticamente sagrado – objetivo que de ser logrado llevará a su liberación del sufrimiento, a la extinción del miedo, a la superación del deseo, y a la terminación del apego.

Homo sapiens sapiens, el “hombre que sabe que sabe”, sabe que va a morir, no por experiencia directa claro está sino por extrapolación racional, por el poder empático de su imaginación. Pero también, por esa misma facultad cognitiva que le permite considerar – mejor dicho, que le impide eludir la idea de – su propia muerte, imagina lo infinito, la inmortalidad, la eternidad, es decir, una cantidad i cualquier cosa que aumenta de forma ilimitada al igual que los números naturales. El infinito, lo perpetuo, lo imperecedero es parte de nuestro repertorio cognitivo, de nuestra cultura universal, de nuestra Quinta Dimensión. Somos criaturas que imaginan la posibilidad del infinito pero paradójicamente, trágicamente, atrapados en un cuerpo destinado a todas las limitaciones imaginables, comenzando por un ‘ego’, una consciencia del ‘ser’, limitado, mortal, finito. Es precisamente este impulso existencial hacia lo infinito, hacia el obtener infinitamente más de lo que se tiene e incluso de lo que inmediatamente se precisa lo que fomenta la maldad en el ser humano, la distinción entre el ‘yo’ y lo ‘otro’, ocasionando el abismo que separa el ‘yo’ del ‘auténtico YO’.

Si el ser humano careciera de su estimada capacidad de imaginar lo infinito igualmente no dispondría ni de la maldad ni del lado oscuro porque seria, al igual que los demás animales, una entidad principalmente fisiológica en cuanto a su búsqueda de la saciedad. El ser humano no busca saciarse con lo necesario de forma finita, sino que pretende hartarse en su búsqueda de lo infinito: todo lo que cree querer lo quiere sin límites, sin control, sin reservas; por eso mismo, porque es el único animal capaz de conceptualizar lo infinito es también, y por consecuencia, el único ser que vive en pos de la satisfacción a través del placer en vez de en pos del placer a través de la satisfacción.

ANOTACIÓN 9: El ser humano en su búsqueda de lo que verdaderamente quiere de la vida: lo auténticamente ‘sagrado’ – Parte I: El lado oscuro del espíritu humano y el duplo sendero del miedo-deseo: Para los esclavos del deseo y las victimas del miedo el estado de saciedad del placer se convierte en su objetivo principal de sus existencias. Tan fuerte es ese apego a ese estado de saciedad que – equivocadamente, trágicamente –se convierte para estos adictos en su versión de lo ‘sagrado’.

Etapa 1: La búsqueda de la saciedad sensual: Esta es la primera etapa a la que nacemos y podemos reconocer todos sus aspectos presentes y manifiestos ya en un recién nacido. En esta etapa vivimos para complacer nuestras necesidades fisiológicas – somos esclavos de nuestros deseos corporales como el hambre, la sed, el placer del contacto, el ser arrullados constantemente – y por ende nuestras emociones más primitivas: el deseo, el miedo, y la ira. Basta escuchar el llanto de un bebe para distinguir sus estados de necesidad de los de puro deseo, y distinguir su miedo real y auténtico y de cólera enfurecida cuando no se le atienden a sus deseos, para saber que esto es cierto.

Efectivamente, el miedo y el deseo son dos caras de la misma moneda: tememos tener lo que no deseamos y tememos no tener lo que deseamos; deseamos no tener lo que tememos, y deseamos tener lo que tememos que nos falte. Del efecto combinado del temor/deseo surge el apego como dimensión psicológica – cognitiva y emocional. En esta etapa, el apego es la necesidad de sentir saciados los apetitos sensuales que originan en el neonato y que se extienden, con la madurez fisiológica del individuo, a todos placeres sensuales del cuerpo: los gustativos, los táctiles, los visuales, los auditivos, los sexuales, etc. En esta etapa de inmadurez no solamente nacen los apegos a los placeres y a todas las complacencias del cuerpo y de la mente, sino que también se dan lugar las adicciones – mentales y fisiológicas – a las sustancias estupefacientes.

Mientras que los esclavos del deseo sensual creen haber encontrado el camino a la dicha a través de la búsqueda de la saciedad sensual, en realidad viven una existencia que fluctúa entre la saturación y la escasez, mediada siempre por una voracidad y glotonería que carece de una satisfacción duradera y mucho menos de un bienestar perdurable. Paradójicamente su culto a la satisfacción sensual desemboca en la autodestrucción física: las adicciones, la obesidad, etc.

El camino del deseo sensual es, además de un camino esclavizador, un camino enajenante, alienante. Los placeres del cuerpo no son experiencias que propiamente se puedan compartir con otros; el placer y el dolor son propios, individuales; su experiencia solamente enfatiza la ilusión del ‘ego’, del ‘yo’ en contra de la realización del ‘YO’, del ‘no-ego’, del ‘no-yo’. En esta etapa las personas – al igual que neonatos – viven dominadas, regidas por la búsqueda del placer sensual y la evasión de la incomodidad física, lo cual es una existencia solitaria, enajenante, alienante, anti-iluminadora.

Con el tiempo, si no sucumbe antes, y con madurez el individuo descubre la inherente vacuidad del camino del deseo sensual, y busca refugio en su sendero contiguo: el camino del deseo material.

Etapa 2: La búsqueda del éxito material. Extensión lógica de la anterior, y con frecuencia acompañante de la misma, está el deseo de acumular posesiones materiales que ayuden ahora a satisfacer los mismos placeres anteriores junto con ciertos placeres mentales – cognitivos y afectivos – que en realidad tienen sus orígenes en los sensuales. En este camino el ser humano persigue la acumulación de toda clase de objetos materiales – automóviles, televisores, calzado, ropa, muebles, inmobiliaria, etc. – en pos de encontrar un estado de saciedad que no logró en el sendero anterior. Lo que no sabe es que la búsqueda de la saciedad existencial a través del sendero del deseo material no es sino una extensión natural de la tendencia impulsiva del dominio de los apegos establecidos en la etapa anterior.

Las mismas restricciones inextinguibles y las mismas limitaciones alienadoras de la etapa anterior aplican igualmente a la presente. Lo material nunca es suficiente, ni es duradera la satisfacción que ofrece el placer de su obtención: nunca trasciende de lo efímero. Los zapatos nuevos si rayan, el coche nuevo devalúa, la casa nueva hay que mantenerla, el televisor nuevo se avería, etc. Por otra parte, la dedicación a la adquisición de los objetos materiales enajena, separa a las personas. La obsesión por la adquisición material lleva a la explotación, divide a la sociedad grupos socioeconómicos: que tienen y los que carecen, en los opulentos y en los desprovistos. El dinero y los bienes materiales no pueden ser compartidos sin ser divididos, restados, sin la indeseable privación de los mismos. Si presto mis zapatos ya no puedo disfrutar de su uso, si comparto mi ensalada me quedará menos para mí, si dono mi dinero tendré menos para mis gastos. La pura persecución de la satisfacción de los deseos sensuales y materiales nos embiste en un camino necesariamente egoísta, egocéntrico, y en última estancia solitario.

No sorprendentemente en esta etapa el individuo comienza a flirtear con las nociones de los poderes de “entes sobrenaturales” como son los santos, los dioses, Dios, Jesús, el Diablo, los ángeles, los espíritus, etc. Sus fines no son con objeto de transcendencia por encima de sus deseos, temores, y apegos sino en función de una satisfacción o aplacamiento de los mismos. Todo se le pide a los ‘entes’, desde la lluvia, el dinero, el amor, la salud, hasta la victoria de su equipo de futbol favorito o un alza en el valor de unas cotizaciones bursátiles. El ser humano dominado por esta etapa acude a los dioses, a los santos, a los ángeles y a los demonios en beneficio de la satisfacción de sus placeres; su ‘religiosidad’ es puramente mercenaria y completamente en función de sus infinitos apetitos y de sus apetitos para el infinito. Hasta el deseo de ir al paraíso – lugar absurdamente fantasioso de la Quinta Dimensión que surge de la patología mental del apego al placer sensual infinito – es una indicación clara de sus apegos. Quitemos el poder imaginario a los dioses, los santos, los demonios, los ángeles, etc., de conceder deseos y ahí se acaba la devoción religiosa de esta gran mayoría de la humanidad. Conveniencieros que son, para los seres humanos atascados en esta etapa la religión solamente surge de los impulsos del lado oscuro de su espíritu mezquino, es decir, de sus miedos, de sus deseos, de sus apegos.

Etapa 3: La búsqueda de la fama y del poder. La persecución del reconocimiento y del poder sociopolítico como primordiales objetivos de la vida surgen naturalmente de las etapas anteriores, y muchas veces como estrategias o impulso – implícitos o explícitos, conscientes o inconscientes – para aumentar los recursos disponibles para satisfacer los apegos de las etapas anteriores. La fama y el poder son ambos – al igual que el placer sensual y el éxito material –  efímeros, limitados, exclusivos y competitivos. La fama y el poder son recursos efímeros, limitados, competitivos y exclusivos: la estrella de hoy es el olvidado del mañana; el que capta la atención pública en este momento por necesidad la resta de los demás puesto que la luz pública es un recurso limitado; imperios ascienden y caen; fortunas se hacen y se pierden; campeones surgen y desaparecen; hoy se está en la cima, pero al menor desliz o ante la aparición del contrincante más joven, mejor equiparado, o más dispuesto, el puesto se pierde. Al igual que el placer y la riqueza, la fama y el deseo son exclusivos, enajenadores, alienantes.

Estas tres etapas, (1) la del deseo sensual, (2) la del deseo por la riqueza material, y (3) la de la fama y el poder sociales, combinadas forman el “duplo sendero del miedo y del deseo”. El duplo sendero del miedo y del deseo fracasa en satisfacer al ser humano por cuatro motivos: 1) porque sus metas efímeras y solamente ofrecen satisfacciones o saciedades temporales; 2) porque son metas privadas, personales, y por lo tanto 3) son alienantes y propiciadoras del ‘ego’, del ‘yo’; y 4) porque no son transcendentes: aunque logradas mueren con el individuo.

El ser humano, en su idealización de lo infinito responde a una necesidad inherente de lo transcendente, una necesidad que es ambas causa y consecuencia de su ansiedad existencial. Ningún objetivo que no pueda satisfacer su sed por lo infinito innato del ser humano podrá dar paz a su mente y concederle la serenidad espiritual. Por eso mismo el duplo sendero del miedo-deseo falla en última estancia en satisfacer, hundiendo al ser humano aún más en las tinieblas oscuras de su propio vacio, de su propio abismo existencial.

ANOTACIÓN 11: (Corolario a lo anterior) Las Religiones Exógenas y el Duplo Camino del Miedo-Deseo: Las religiones exógenas – sobre todo el Judaísmo, el Cristianismo, y el Islam – fueron inspiradas y fundadas en las rutas y atajos del duplo sendero del miedo-deseo. Sus esquemas y creencias esclavizadoras se esparcieron por la Quinta Dimensión como un rabioso incendio, un dragón desbocado, asegurando bienestares y fortunas terrenales y sobretodo recompensas o castigos de ultratumba; sus doctrinas se divulgaron por el lado oscuro de la mente humana montadas en las alas gemelas del deseo y la promesa del placer y del miedo y la amenaza del dolor; sus enseñanzas se transmitieron en los labios falsos profetas y en los escritos de viles estafadores, todos vendedores de efigies apócrifos de lo sagrado – todo basado en una visión errada de lo que verdaderamente es lo sagrado. Las falsedades de las religiones exógenas dominaron y dominan la cultura y sociedad de África, del oriente medio, de Europa y de todo el hemisferio americano, distorsionando grotescamente su mismísimo concepto de la realidad.


Y el Sennin se paró a pensar; y se dio cuenta de que le faltaba continuar en su explicación de las ‘etapas del deseo y la liberación de la unión con lo auténticamente sagrado’. ¿Cuáles eran las siguientes etapas intermedias hasta que el ser humano reconociera lo que verdaderamente desea, lo que verdaderamente precisa que es la comunión perfecta y la unión libertadora y completa con lo realmente sagrado? ¡De pronto tuvo una gran introspección! Lo captó en la siguiente frase: "el Más Allá que está Justo Aquí." Ése era el objetivo verdadero del ser humano puesto que es la única, la verdadera, y la perenne felicidad; y ése era simultáneamente el verdadero objetivo de su presente transmisión. ¿Pero cómo llegar hasta ahí? ¿Cómo llegan las personas “normales”, “ordinarias”, “comunes” a esa conclusión – conclusión a la cual él ya había arribado ya hace una eternidad, antes de cumplir sus nueve años de ‘este tiempo’?  Para el Sennin, pedirle al ‘YO’ es esperar y recibir. ‘¡Ya llegó!’, se comentó a sí mismo con tremendo entusiasmo.

ANOTACIÓN 12: El comienzo del despertar hacia "el Más Allá que está Justo Aquí."  La triste realidad del ser humano es que gran parte, sino la mayoría, nunca trasciende la tercera etapa; de hecho, casi todos se quedan atrapados en la maraña de cruces, atajos circulares, y travesías sin salida del duplo sendero del miedo-deseo. Las religiones exógenas, basadas en la dicotomía del miedo y del deseo, del “mal castigado” y del “bien premiado” solamente sirven para zambullir al senderista más inocente y mejor intencionado en una pendenciera fosa de brea existencial, de la cual jamás logrará a comenzar escaparse sin antes hacerse la siguiente pregunta con respecto a los frutos y objetivos de las primeras tres etapas: ‘¿No hay más (en la vida)?’ o su homólogo, equivalente: ‘¿Es esto todo (lo que hay)?’. Con esta nueva interrogante el recién cuestionador, sino renegador del duplo sendero del miedo-deseo comienza el despertar a una nueva dirección hacia el aplacamiento de su hambre existencial, hacia la satisfacción de su sed espiritual como ser humano.

Pero también inicia su momento de máxima vulnerabilidad. Inmerso en el esquema socio-cultural y auto-derrotista de la religión exógena, su perdición en este momento reside en que le espera el Gran Súpervillano disfrazado de héroe, el Archienemigo de la Liberación encubierto y disimulado de salvador, listo para atraparle en sus enmarañadas redes de promesas inmortales y amenazas eternas, y revierte sus ansias de su liberación espiritual y existencial a un retorno perfectamente disimulado a la fosa de brea. El villano en cuestión no es sino el ente de doble-cara, dueto integral, el Dios-Demonio, del monoteísmo, el símbolo regidor solemne y absoluto, la representación ‘deificada’ del campeón, propagador defensor del Duplo Sendero del Miedo-Apego, del Placer-Dolor.  Él es el infierno viviente, la perdición del espíritu humano.

Tomó una breve pausa. Sabía que todo gran héroe tenía que encararse con un equivalente villano que le equiparara, que diera estampa a la magnitud de su hazaña. El villano era el Dios-Demonio, Yahvéh y Satanás mismo. Sería el desafío digno; no había vuelta atrás:

ANOTACIÓN 13: El Dios Monoteísta: Oxímoron de lo Sagrado: El concepto de lo sagrado no ha sido ni es universal. Para el mundo occidental durante los últimos dos milenios ante todo, lo sagrado ha sido equivalente a la figura tremendamente controversial y debatida de Dios. ¿Por qué controvertida? Dios como lo sagrado es un oxímoron, es decir, un absurdo. Lo sagrado – precisamente por definición y convenio – debería ser algo también inmutable, permanente, imperturbable, lo único en el universo de la experiencia humana con estas características. Pero el Dios de la tradición occidental es una idea que demostrablemente ha sido transformada a través del tiempo, una idea que ha dado lugar a las tres tradiciones religiosas monoteístas – el Judaísmo, el Cristianismo, y el Islam. Cada una de estas tradiciones no solamente tiene un entendimiento de Dios algo diferente respecto a las demás, sino que ese entendimiento a su vez ha cambiado a través del tiempo. Curiosamente, en los inicios de cada una de corrientes religiosas su concepto de Dios resultaba ser tan radicalmente diferente y tan incomprendida por sus contemporáneos que fue rechazada por los mismos y sus adeptos fueron considerados como “ateos” o al menos “blasfemos”. Hoy, ante todo en el mundo anglófono donde más se ha llevado a cabo el estudio académico  de la religión, de la Biblia, y de Dios, vemos una nueva evolución en la idea de Dios: la de su “no-existencia”, es decir, vemos un rechazo de la noción tradicional de lo sagrado lo cual libera al mundo occidental para que inicie una nueva búsqueda de lo sagrado. El ateísmo es quizás la última etapa en la evolución de una idea de “Dios”, una idea que solamente tiene, como mucho, unos cuatro mil años de historia.

                Pero hay más: lo sagrado debe ser coherente, o al menos, aunque paradójica no imposiblemente contradictorio. Mientras que la evolución de Dios podría quedar sujeto a la problemática de la validez o de la aceptación de la evidencia historia, la falta de coherencia dentro del texto, del expediente señalado como ‘sagrado’, sería la mejor forma de desenmascarar a Dios, de mostrar su rostro descubierto. Sin este paso inicial, jamás se verá desbloqueado el verdadero camino a la esencia de lo sagrado, del “más allá” que existe “justo aquí”.

El Sennin estaba a gusto: reconocido el enemigo, la guerra había comenzado.