miércoles, 6 de julio de 2011

CAPÍTULO 3: Lo sagrado, los deseos del ser humano, y el falso camino de la adoración a Dios.

Andaba el Sennin algo distraído de su propósito inicial de formular una serie de axiomas filosóficas sobre la naturaleza humana, firmes y fundamentales cuando se le cruzó por la mente lo que consideró una idea, igual de axiomática, pero compuesta de varias otras relacionadas y algo entrecruzadas: la idea lo sagrado, la historia de la evolución del concepto de Dios en el mundo occidental, y los diferentes grados de deseos y apegos en el ser humano. 

Reparó en esa triada de ideas interdependientes: (1) lo sagrado, (2) la historia de la idea de Dios, y (3) los niveles de deseos del ser humano. Al principio abordó estos temas de forma individual, es decir, cada uno por separado, pero luego se dio cuenta de la relación intrínseca entre los tres, relación que de por sí podría llegar a una perspectiva – verdad inclusive – que aunque algo abstracta sería también axiomática.  Discurrió, y discurrió; entró en trance hipnótico con viaje chamánico – trance ‘hipnochamánico’ – e  hizo cogitaciones oníricos en forma sueños lucidos para imaginar, para emplear en dimensiones coloridas y espacios vivaces su inteligencia sistémica, aplicándola a la esencia de su argumento.

Llegó por fin a una firme conclusión que unificaba los tres temas: Lo que verdaderamente deseaban experimentar los seres humanos es un contacto directo y permanente con lo sagrado, pero en el mundo occidental la idea de Dios obviaba y socavaba ese proyecto, dejando al occidental desamparado de esperanza para una auténtica liberación y un huérfano cósmico en un infinito vacío existencial. Reflexionó profundamente sobre este punto, reconociendo la tremenda dificultad que se le presentaba por delante a la hora de expresar de forma concreta, clara, y adecuadamente concisa la esencia de su tesis. Enunció entonces, una importante definición para su gran propósito:

ANOTACIÓN 5: Lo ‘Sagrado’: definición y características. A pesar de que etimológicamente la palabra “sagrado” origina en el latín “sacrum” que se refiere a aquello que concierne a los dioses, hoy en día, gracias a los estudios de las religiones orientales, tenemos una idea de lo sagrado más amplio, más universal y menos limitada a la necesidad de adorar o relacionarse con entes ficticios y sobrenaturales. Lo sagrado es, por definición y convenio, lo que se considera lo más importante que pueda existir para el ser humano como individuo y en sociedad. Paradójicamente, trágicamente, quizás consecuentemente, es también lo más difícil para que el ser humano reconozca, experimente, y sobre todo incorpore en su vida. ¿Qué es lo sagrado? Lo sagrado es inefable – es decir, indescriptible, solamente se puede experimentar para conocerlo pero podemos hacer referencia a ello. Lo sagrado es aquello que es el objeto y propósito del culto religioso – de hecho, el concepto de lo sagrado sería una buena base para una definición de la “religión” (véase abajo). Lo sagrado es aquello digno de respeto y de adoración y que no puede (y que no debe) ser profanado, dañado o puesto en duda; lo sagrado es aquello que ha de ser respetado y que no puede ser transgredido o damnificado.

ANOTACIÓN 6: Religión: definición, características y tipologías. Una religión es un conjunto de creencias, rituales, actividades, costumbres, y esquemas que organizan al ser humano en torno a un reconocimiento de y un culto a lo sagrado, y encaminan al individuo o al grupo a experimentar un contacto con su concepto de lo sagrado. Corolario: La utilidad o efectividad de una religión depende entonces de dos factores (1) de su concepto o interpretación de lo sagrado y (2) de la eficiencia de la metodología que emplea para conectar al adherente con el mismo. Por consiguiente las religiones se pueden considerar en términos de su eficacia: veraces o falsas. Una religión que dispusiera (1) de un concepto inadecuado o falso de lo sagrado sería una religión inútil, inefectiva y de hecho, una falsa religión; igualmente, (2) una religión que presentara una metodología ineficaz de establecer para su adherente una conexión regular y confiable con lo sagrado sería también una falsa religión. Más aún, las religiones también se pueden categorizar en cuanto a su capacidad de establecer o no una conexión permanente entre lo sagrado y sus adeptos. Religiones cuyo concepto de lo sagrado lo sitúa fuera, independiente, y contrapuesto a sus adeptos son religiones ‘exógenas’; las religiones exógenas son inferiores y someten al adherente a la manipulación intermediaria de los medios de comunicación, gobiernos, y organizaciones y jerarquías religiosas. Religiones que sitúan o ubican a lo sagrado dentro del adepto mismo y que ofrecen un medio directo para conectar permanentemente al adherente con su sagrado interior constituyen religiones ‘endógenas’; las religiones endógenas son superiores ya que liberan al individuo para siempre de sus apegos y miedos externos e internos y de aquellos individuos y organizaciones que se servirían de estos para controlarle o manipularle. Puesto que la religión es la actividad o esquema psicológico, social, cultural, político más importante para un pueblo estas definiciones y conceptos tienen tremendas implicaciones para todas las dimensiones del ser y del estar humano: un pueblo inmerso en una religión falsa seria un pueblo condenado a una ansiedad existencial desestabilizante.

De pronto el Sennin dejó de escribir, dándose cuenta de que había quizás llegado a un entendimiento más profundo jamás antes logrado ambos de la naturaleza de lo sagrado y de la religión. En su aguzada y perspicaz mente percolaban las consecuencias individuales y las implicaciones sociales de sus definiciones y conceptos sobre la esencia de lo sagrado y sobre el propósito de la religión. Se dio cuenta de que su definición conceptual de lo ‘sagrado’ resultaba a su vez ser axiomática para la definición subsecuente de ‘religión’, y decisiva para categorizar a las religiones en términos de su eficiencia y eficacia.  Se sentía satisfecho de que en efecto estaba llegando a nuevos  “primeros principios”, es decir, a esas “bases axiomáticas” fundamentales que precisaba establecer para el diseño y  la construcción de su nuevo gran paradigma filosófico y existencial que tanto ambicionaba para la humanidad. ¿Ambicionada? ¿Era esa la palabra correcta para su estado interior de impulso hacia ese noble y notable, sobresaliente, insólito objetivo? Seguramente no. ¿Qué significa la palabra ‘ambición’? ¿Cuál es su etimología? Veamos: (http://www.elcastellano.org/palabra.php?id=2016)

Entre los romanos, la palabra ambitio, derivada del verbo ambire ‘rodear’, ‘pretender’ (v. ambiente*), se usaba para denominar la actitud de los políticos que circulaban por la ciudad y rodeaban a sus partidarios para no perder su apoyo, buscando con todo empeño escalar nuevos peldaños en la carrera de los honores. Por esa razón, acabó adquiriendo la denotación de ‘lisonja’, ‘adulación’, pero también ‘ostentación’, ‘posición elevada’ y ‘ansia de poder y riquezas’.

La creación –  el diseño, la formación, y la divulgación – de su gran paradigma era su misión, y no simplemente su ambición.

Aunque no se sintiera del todo complacido con el orden rigoroso de sus pasos en la formación de sus postulados, sí estaba convencido de la validez de los mismos, por muy intermedios y tentativos que fueran sus conclusiones. Lo más importante es que había avanzado, había habido progreso y esto le agradó y satisfizo al menos por el momento presente. Pero ese presente pasó de largo de un momento al contiguo, y de pronto le llegó la necesidad de concretar al menos tentativamente la relación entre lo sagrado y el vacío existencial humano, aunque no supo de inmediato cual sería un subtitulo adecuado para relacionarlo con lo anterior. Acabó aceptando el subtítulo de ‘Lo sagrado: el non plus ultra de la existencia humana’:

ANOTACIÓN 7: Lo sagrado: el non plus ultra de la existencia humana: Alcanzar una auténtica comunión con lo sagrado es el máximo y verdadero objetivo de la vida – el non plus ultra, el “no hay nada por encima”; es la única y la más duradera felicidad; es la experiencia cumbre del ser humano; es el estado de trascendencia de la finitud del “nunca haber sido” completo como ser humano al infinito del “ser” y “del siempre siendo” completado. Solamente los seres humanos más bienaventurados, los más selectos – los más “santos” en la tradición occidental y los “iluminados” en la oriental – han gozado de un estado de armonía estable con lo que su “contexto cultural” consideran “lo sagrado”. Dijo el Buda, empleando una masa de agua como la línea divisoria entre lo sagrado y lo profano: "pocos son entre los hombres los que llegan a la otra orilla; la mayor parte corre de arriba a abajo en estas playas." Así es, la inmensa mayoría de los hombres pasan sus vidas corriendo “de arriba abajo”, naufragados en las playas de lo profano. No se puede, por lo tanto, sobrevalorar la importancia de lo sagrado en la historia de la humanidad puesto la idea misma de lo sagrado – la “Iluminación” en el mundo oriental y “Dios” en el occidental – ha sido un tema central en el desarrollo de la cultura y en el avance de la civilización de toda la humanidad.

Estaba de nuevo satisfecho con su introspección, pero tomó una larga pausa para proseguir. Supo de inmediato que las implicaciones de sus observaciones serían tremendas: vastas en extensión por su alcance a todo el dominio socio-cultural, es decir del ‘estar’ humano; profundas en repercusión por su impacto psicológico – afectivo-cognitivo – y espiritual, o sea, del ‘ser’. Había llegado a un punto culminante de su creación, a un punto ‘estrella’ en la que el destello de su ingenio le cortaba hasta su propio aliento. Ahí, en ese horizonte que él mismo había forjado para la humanidad se extendía una vista magnífica, un panorama de potencialidades inusitados que a él mismo le sorprendían. Qué raro era eso de crear y ser impresionado por la creación propia. Sin dudas las extensiones de su ‘YO’ transcendían el tiempo y el espacio, incorporando un sin fin de identidades y conocimientos, como un agujero negro en el espacio sideral absorbía implacablemente materia y energía hacia el centro de su singularidad. Ahí, en ese nexo algo nuevo, oculto del universo mismo comenzaba otro universo. Cerraba los ojos y respiraba profundamente, lentamente, sintiendo el hálito inflar su abdomen como un esférico fuelle y tras sostener esa tensión ligeramente incomoda se dejó vaciar por la inercia de su musculatura abdominal y torácica.  Él era el Sennin, avatar de una nueva realidad, y esta sería su era. Supo entonces como sería su muerte, como serian de satisfactorios sus últimos momentos. Supo entonces que su voluntad al poder y que su poder de voluntad no eran en realidad ni ‘suyas’ ni propias – esa conclusión no era sin el resultado ineludible de la transcendencia del ‘yo’ a la identidad cósmico del ‘YO’ que le impulsaba desde quien sabe cuándo. Supo entonces que él no era sino una manifestación de la fuerza vital de su especie hacia un nuevo punto en la escala evolutiva; supo entonces que su individualidad que tanto había apreciado y preciado en su juventud no era sino la manifestación implícita del impulso a la supervivencia de una expresión de la energía vital. No era nada y lo era todo. Tenía una misión que cumplir igual semejante a la del envoltorio de un gran regalo: una vez entregado no habría más propósito para la combinación material y energética y sus moléculas y energías podrían recombinarse con el cosmos.

Pero todavía quedaba cumplir con la misión; la ‘reintegración’ tendría que aplazarse hasta entonces. Con esfuerzo, con energía y dirección mudó de modalidades, reconfigurándose internamente y cambiando su estado existencial de su fase mística a una más filosófica, analítica. ¿Dónde estaba? Había perdido un poco el hilo de su pensamiento. Necesitaba retroceder mentalmente sobre sus pasos y visualizar el proyecto entero de esta contribución filosófica antes de continuar.  Bien, estaba en una encrucijada. Podría entrar en el tema de la transformación histórica de Dios y por lo tanto establecer el por qué Dios no calificaba como ‘sagrado’, o podría resaltar las etapas de crecimiento y maduración del ser humano en su progreso hacia lo sagrado y resaltar por qué el mundo occidental quedaba atascado, naufragado espiritual y existencialmente en su adoración de Dios, un falso ideal de lo sagrado. Tomó su decisión y prosiguió.  

ANOTACIÓN 8: Las etapas del deseo y la liberación de la unión con lo sagrado: Más allá de satisfacer las necesidades más básicas de nuestra fisiología (aire, agua, comida, calor, etc.), y de nuestra psicología (compañía, amor, entendimiento, seguridad, etc.) el ser humano atraviesa etapas en su formación que se distinguen por una búsqueda orientadora de su ser y de su estar en el universo. Estas etapas que corresponden a la naturaleza de sus deseos, de sus anhelos, de sus expectativa de la vida, son predecibles y propias de su inmadurez espiritual, cognitiva, emocional y física. Cada etapa se distingue por la búsqueda de un objetivo al que se le da prioridad por las demás y al que se confunde, por suma ignorancia, con lo ‘sagrado’. Solamente en la última etapa llega el ser humano a reconocer el verdadero objetivo de la vida – el de la disolución con lo auténticamente sagrado – objetivo que de ser logrado llevará a su liberación del sufrimiento, a la extinción del miedo, a la superación del deseo, y a la terminación del apego.

Homo sapiens sapiens, el “hombre que sabe que sabe”, sabe que va a morir, no por experiencia directa claro está sino por extrapolación racional, por el poder empático de su imaginación. Pero también, por esa misma facultad cognitiva que le permite considerar – mejor dicho, que le impide eludir la idea de – su propia muerte, imagina lo infinito, la inmortalidad, la eternidad, es decir, una cantidad i cualquier cosa que aumenta de forma ilimitada al igual que los números naturales. El infinito, lo perpetuo, lo imperecedero es parte de nuestro repertorio cognitivo, de nuestra cultura universal, de nuestra Quinta Dimensión. Somos criaturas que imaginan la posibilidad del infinito pero paradójicamente, trágicamente, atrapados en un cuerpo destinado a todas las limitaciones imaginables, comenzando por un ‘ego’, una consciencia del ‘ser’, limitado, mortal, finito. Es precisamente este impulso existencial hacia lo infinito, hacia el obtener infinitamente más de lo que se tiene e incluso de lo que inmediatamente se precisa lo que fomenta la maldad en el ser humano, la distinción entre el ‘yo’ y lo ‘otro’, ocasionando el abismo que separa el ‘yo’ del ‘auténtico YO’.

Si el ser humano careciera de su estimada capacidad de imaginar lo infinito igualmente no dispondría ni de la maldad ni del lado oscuro porque seria, al igual que los demás animales, una entidad principalmente fisiológica en cuanto a su búsqueda de la saciedad. El ser humano no busca saciarse con lo necesario de forma finita, sino que pretende hartarse en su búsqueda de lo infinito: todo lo que cree querer lo quiere sin límites, sin control, sin reservas; por eso mismo, porque es el único animal capaz de conceptualizar lo infinito es también, y por consecuencia, el único ser que vive en pos de la satisfacción a través del placer en vez de en pos del placer a través de la satisfacción.

ANOTACIÓN 9: El ser humano en su búsqueda de lo que verdaderamente quiere de la vida: lo auténticamente ‘sagrado’ – Parte I: El lado oscuro del espíritu humano y el duplo sendero del miedo-deseo: Para los esclavos del deseo y las victimas del miedo el estado de saciedad del placer se convierte en su objetivo principal de sus existencias. Tan fuerte es ese apego a ese estado de saciedad que – equivocadamente, trágicamente –se convierte para estos adictos en su versión de lo ‘sagrado’.

Etapa 1: La búsqueda de la saciedad sensual: Esta es la primera etapa a la que nacemos y podemos reconocer todos sus aspectos presentes y manifiestos ya en un recién nacido. En esta etapa vivimos para complacer nuestras necesidades fisiológicas – somos esclavos de nuestros deseos corporales como el hambre, la sed, el placer del contacto, el ser arrullados constantemente – y por ende nuestras emociones más primitivas: el deseo, el miedo, y la ira. Basta escuchar el llanto de un bebe para distinguir sus estados de necesidad de los de puro deseo, y distinguir su miedo real y auténtico y de cólera enfurecida cuando no se le atienden a sus deseos, para saber que esto es cierto.

Efectivamente, el miedo y el deseo son dos caras de la misma moneda: tememos tener lo que no deseamos y tememos no tener lo que deseamos; deseamos no tener lo que tememos, y deseamos tener lo que tememos que nos falte. Del efecto combinado del temor/deseo surge el apego como dimensión psicológica – cognitiva y emocional. En esta etapa, el apego es la necesidad de sentir saciados los apetitos sensuales que originan en el neonato y que se extienden, con la madurez fisiológica del individuo, a todos placeres sensuales del cuerpo: los gustativos, los táctiles, los visuales, los auditivos, los sexuales, etc. En esta etapa de inmadurez no solamente nacen los apegos a los placeres y a todas las complacencias del cuerpo y de la mente, sino que también se dan lugar las adicciones – mentales y fisiológicas – a las sustancias estupefacientes.

Mientras que los esclavos del deseo sensual creen haber encontrado el camino a la dicha a través de la búsqueda de la saciedad sensual, en realidad viven una existencia que fluctúa entre la saturación y la escasez, mediada siempre por una voracidad y glotonería que carece de una satisfacción duradera y mucho menos de un bienestar perdurable. Paradójicamente su culto a la satisfacción sensual desemboca en la autodestrucción física: las adicciones, la obesidad, etc.

El camino del deseo sensual es, además de un camino esclavizador, un camino enajenante, alienante. Los placeres del cuerpo no son experiencias que propiamente se puedan compartir con otros; el placer y el dolor son propios, individuales; su experiencia solamente enfatiza la ilusión del ‘ego’, del ‘yo’ en contra de la realización del ‘YO’, del ‘no-ego’, del ‘no-yo’. En esta etapa las personas – al igual que neonatos – viven dominadas, regidas por la búsqueda del placer sensual y la evasión de la incomodidad física, lo cual es una existencia solitaria, enajenante, alienante, anti-iluminadora.

Con el tiempo, si no sucumbe antes, y con madurez el individuo descubre la inherente vacuidad del camino del deseo sensual, y busca refugio en su sendero contiguo: el camino del deseo material.

Etapa 2: La búsqueda del éxito material. Extensión lógica de la anterior, y con frecuencia acompañante de la misma, está el deseo de acumular posesiones materiales que ayuden ahora a satisfacer los mismos placeres anteriores junto con ciertos placeres mentales – cognitivos y afectivos – que en realidad tienen sus orígenes en los sensuales. En este camino el ser humano persigue la acumulación de toda clase de objetos materiales – automóviles, televisores, calzado, ropa, muebles, inmobiliaria, etc. – en pos de encontrar un estado de saciedad que no logró en el sendero anterior. Lo que no sabe es que la búsqueda de la saciedad existencial a través del sendero del deseo material no es sino una extensión natural de la tendencia impulsiva del dominio de los apegos establecidos en la etapa anterior.

Las mismas restricciones inextinguibles y las mismas limitaciones alienadoras de la etapa anterior aplican igualmente a la presente. Lo material nunca es suficiente, ni es duradera la satisfacción que ofrece el placer de su obtención: nunca trasciende de lo efímero. Los zapatos nuevos si rayan, el coche nuevo devalúa, la casa nueva hay que mantenerla, el televisor nuevo se avería, etc. Por otra parte, la dedicación a la adquisición de los objetos materiales enajena, separa a las personas. La obsesión por la adquisición material lleva a la explotación, divide a la sociedad grupos socioeconómicos: que tienen y los que carecen, en los opulentos y en los desprovistos. El dinero y los bienes materiales no pueden ser compartidos sin ser divididos, restados, sin la indeseable privación de los mismos. Si presto mis zapatos ya no puedo disfrutar de su uso, si comparto mi ensalada me quedará menos para mí, si dono mi dinero tendré menos para mis gastos. La pura persecución de la satisfacción de los deseos sensuales y materiales nos embiste en un camino necesariamente egoísta, egocéntrico, y en última estancia solitario.

No sorprendentemente en esta etapa el individuo comienza a flirtear con las nociones de los poderes de “entes sobrenaturales” como son los santos, los dioses, Dios, Jesús, el Diablo, los ángeles, los espíritus, etc. Sus fines no son con objeto de transcendencia por encima de sus deseos, temores, y apegos sino en función de una satisfacción o aplacamiento de los mismos. Todo se le pide a los ‘entes’, desde la lluvia, el dinero, el amor, la salud, hasta la victoria de su equipo de futbol favorito o un alza en el valor de unas cotizaciones bursátiles. El ser humano dominado por esta etapa acude a los dioses, a los santos, a los ángeles y a los demonios en beneficio de la satisfacción de sus placeres; su ‘religiosidad’ es puramente mercenaria y completamente en función de sus infinitos apetitos y de sus apetitos para el infinito. Hasta el deseo de ir al paraíso – lugar absurdamente fantasioso de la Quinta Dimensión que surge de la patología mental del apego al placer sensual infinito – es una indicación clara de sus apegos. Quitemos el poder imaginario a los dioses, los santos, los demonios, los ángeles, etc., de conceder deseos y ahí se acaba la devoción religiosa de esta gran mayoría de la humanidad. Conveniencieros que son, para los seres humanos atascados en esta etapa la religión solamente surge de los impulsos del lado oscuro de su espíritu mezquino, es decir, de sus miedos, de sus deseos, de sus apegos.

Etapa 3: La búsqueda de la fama y del poder. La persecución del reconocimiento y del poder sociopolítico como primordiales objetivos de la vida surgen naturalmente de las etapas anteriores, y muchas veces como estrategias o impulso – implícitos o explícitos, conscientes o inconscientes – para aumentar los recursos disponibles para satisfacer los apegos de las etapas anteriores. La fama y el poder son ambos – al igual que el placer sensual y el éxito material –  efímeros, limitados, exclusivos y competitivos. La fama y el poder son recursos efímeros, limitados, competitivos y exclusivos: la estrella de hoy es el olvidado del mañana; el que capta la atención pública en este momento por necesidad la resta de los demás puesto que la luz pública es un recurso limitado; imperios ascienden y caen; fortunas se hacen y se pierden; campeones surgen y desaparecen; hoy se está en la cima, pero al menor desliz o ante la aparición del contrincante más joven, mejor equiparado, o más dispuesto, el puesto se pierde. Al igual que el placer y la riqueza, la fama y el deseo son exclusivos, enajenadores, alienantes.

Estas tres etapas, (1) la del deseo sensual, (2) la del deseo por la riqueza material, y (3) la de la fama y el poder sociales, combinadas forman el “duplo sendero del miedo y del deseo”. El duplo sendero del miedo y del deseo fracasa en satisfacer al ser humano por cuatro motivos: 1) porque sus metas efímeras y solamente ofrecen satisfacciones o saciedades temporales; 2) porque son metas privadas, personales, y por lo tanto 3) son alienantes y propiciadoras del ‘ego’, del ‘yo’; y 4) porque no son transcendentes: aunque logradas mueren con el individuo.

El ser humano, en su idealización de lo infinito responde a una necesidad inherente de lo transcendente, una necesidad que es ambas causa y consecuencia de su ansiedad existencial. Ningún objetivo que no pueda satisfacer su sed por lo infinito innato del ser humano podrá dar paz a su mente y concederle la serenidad espiritual. Por eso mismo el duplo sendero del miedo-deseo falla en última estancia en satisfacer, hundiendo al ser humano aún más en las tinieblas oscuras de su propio vacio, de su propio abismo existencial.

ANOTACIÓN 11: (Corolario a lo anterior) Las Religiones Exógenas y el Duplo Camino del Miedo-Deseo: Las religiones exógenas – sobre todo el Judaísmo, el Cristianismo, y el Islam – fueron inspiradas y fundadas en las rutas y atajos del duplo sendero del miedo-deseo. Sus esquemas y creencias esclavizadoras se esparcieron por la Quinta Dimensión como un rabioso incendio, un dragón desbocado, asegurando bienestares y fortunas terrenales y sobretodo recompensas o castigos de ultratumba; sus doctrinas se divulgaron por el lado oscuro de la mente humana montadas en las alas gemelas del deseo y la promesa del placer y del miedo y la amenaza del dolor; sus enseñanzas se transmitieron en los labios falsos profetas y en los escritos de viles estafadores, todos vendedores de efigies apócrifos de lo sagrado – todo basado en una visión errada de lo que verdaderamente es lo sagrado. Las falsedades de las religiones exógenas dominaron y dominan la cultura y sociedad de África, del oriente medio, de Europa y de todo el hemisferio americano, distorsionando grotescamente su mismísimo concepto de la realidad.


Y el Sennin se paró a pensar; y se dio cuenta de que le faltaba continuar en su explicación de las ‘etapas del deseo y la liberación de la unión con lo auténticamente sagrado’. ¿Cuáles eran las siguientes etapas intermedias hasta que el ser humano reconociera lo que verdaderamente desea, lo que verdaderamente precisa que es la comunión perfecta y la unión libertadora y completa con lo realmente sagrado? ¡De pronto tuvo una gran introspección! Lo captó en la siguiente frase: "el Más Allá que está Justo Aquí." Ése era el objetivo verdadero del ser humano puesto que es la única, la verdadera, y la perenne felicidad; y ése era simultáneamente el verdadero objetivo de su presente transmisión. ¿Pero cómo llegar hasta ahí? ¿Cómo llegan las personas “normales”, “ordinarias”, “comunes” a esa conclusión – conclusión a la cual él ya había arribado ya hace una eternidad, antes de cumplir sus nueve años de ‘este tiempo’?  Para el Sennin, pedirle al ‘YO’ es esperar y recibir. ‘¡Ya llegó!’, se comentó a sí mismo con tremendo entusiasmo.

ANOTACIÓN 12: El comienzo del despertar hacia "el Más Allá que está Justo Aquí."  La triste realidad del ser humano es que gran parte, sino la mayoría, nunca trasciende la tercera etapa; de hecho, casi todos se quedan atrapados en la maraña de cruces, atajos circulares, y travesías sin salida del duplo sendero del miedo-deseo. Las religiones exógenas, basadas en la dicotomía del miedo y del deseo, del “mal castigado” y del “bien premiado” solamente sirven para zambullir al senderista más inocente y mejor intencionado en una pendenciera fosa de brea existencial, de la cual jamás logrará a comenzar escaparse sin antes hacerse la siguiente pregunta con respecto a los frutos y objetivos de las primeras tres etapas: ‘¿No hay más (en la vida)?’ o su homólogo, equivalente: ‘¿Es esto todo (lo que hay)?’. Con esta nueva interrogante el recién cuestionador, sino renegador del duplo sendero del miedo-deseo comienza el despertar a una nueva dirección hacia el aplacamiento de su hambre existencial, hacia la satisfacción de su sed espiritual como ser humano.

Pero también inicia su momento de máxima vulnerabilidad. Inmerso en el esquema socio-cultural y auto-derrotista de la religión exógena, su perdición en este momento reside en que le espera el Gran Súpervillano disfrazado de héroe, el Archienemigo de la Liberación encubierto y disimulado de salvador, listo para atraparle en sus enmarañadas redes de promesas inmortales y amenazas eternas, y revierte sus ansias de su liberación espiritual y existencial a un retorno perfectamente disimulado a la fosa de brea. El villano en cuestión no es sino el ente de doble-cara, dueto integral, el Dios-Demonio, del monoteísmo, el símbolo regidor solemne y absoluto, la representación ‘deificada’ del campeón, propagador defensor del Duplo Sendero del Miedo-Apego, del Placer-Dolor.  Él es el infierno viviente, la perdición del espíritu humano.

Tomó una breve pausa. Sabía que todo gran héroe tenía que encararse con un equivalente villano que le equiparara, que diera estampa a la magnitud de su hazaña. El villano era el Dios-Demonio, Yahvéh y Satanás mismo. Sería el desafío digno; no había vuelta atrás:

ANOTACIÓN 13: El Dios Monoteísta: Oxímoron de lo Sagrado: El concepto de lo sagrado no ha sido ni es universal. Para el mundo occidental durante los últimos dos milenios ante todo, lo sagrado ha sido equivalente a la figura tremendamente controversial y debatida de Dios. ¿Por qué controvertida? Dios como lo sagrado es un oxímoron, es decir, un absurdo. Lo sagrado – precisamente por definición y convenio – debería ser algo también inmutable, permanente, imperturbable, lo único en el universo de la experiencia humana con estas características. Pero el Dios de la tradición occidental es una idea que demostrablemente ha sido transformada a través del tiempo, una idea que ha dado lugar a las tres tradiciones religiosas monoteístas – el Judaísmo, el Cristianismo, y el Islam. Cada una de estas tradiciones no solamente tiene un entendimiento de Dios algo diferente respecto a las demás, sino que ese entendimiento a su vez ha cambiado a través del tiempo. Curiosamente, en los inicios de cada una de corrientes religiosas su concepto de Dios resultaba ser tan radicalmente diferente y tan incomprendida por sus contemporáneos que fue rechazada por los mismos y sus adeptos fueron considerados como “ateos” o al menos “blasfemos”. Hoy, ante todo en el mundo anglófono donde más se ha llevado a cabo el estudio académico  de la religión, de la Biblia, y de Dios, vemos una nueva evolución en la idea de Dios: la de su “no-existencia”, es decir, vemos un rechazo de la noción tradicional de lo sagrado lo cual libera al mundo occidental para que inicie una nueva búsqueda de lo sagrado. El ateísmo es quizás la última etapa en la evolución de una idea de “Dios”, una idea que solamente tiene, como mucho, unos cuatro mil años de historia.

                Pero hay más: lo sagrado debe ser coherente, o al menos, aunque paradójica no imposiblemente contradictorio. Mientras que la evolución de Dios podría quedar sujeto a la problemática de la validez o de la aceptación de la evidencia historia, la falta de coherencia dentro del texto, del expediente señalado como ‘sagrado’, sería la mejor forma de desenmascarar a Dios, de mostrar su rostro descubierto. Sin este paso inicial, jamás se verá desbloqueado el verdadero camino a la esencia de lo sagrado, del “más allá” que existe “justo aquí”.

El Sennin estaba a gusto: reconocido el enemigo, la guerra había comenzado. 

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